Abrió con su propia llave, más de otro que de él, la puerta de la oficina. Fue directo al despacho de los secretos y los números, encendió el ordenador y buscó en las nóminas la confirmación de sus devenires, fraguados estos por un comentario de su compañera que lo dejó con el come come. Rápido la máquina le solucionó las intrigas, quedándose este buen hombre satisfecho por los dos vivos despachados y que ahora muertos no le darían más problema que el asuntillo ese de la cárcel. Bueno estaba que su jefe le pagara menos, pero que su compañera ganara más… ¡Eso, ni mijita!