Qué difícil volar si naciste avestruz,
imposible nadar en el estanque seco.
Qué tortura la lluvia hacia arriba,
caer a plomo sobre el nuboso cielo.
Cuántas noches convertidas en días,
mañanas rendidas al balanceo.

Qué desastre alcanzar y llegar
a donde temblaran los dedos.
La maldad de saber, sin dudar,
que se acerca y no quiero.
Ahora toca ser fuerte, entender
que será duro el encuentro.
Siempre quedará ese hueco,
siempre permanecerá
desocupado, trasparente, eterno.