Dot, aún sin moverse de su posición, estudiaba al gran lobo blanco que había dado un paso adelante para afrontar la pelea con lo que fuera que lo estaba perturbando. Su boca, sucia de sangre y vísceras, cada vez dejaba ver más sus apretados dientes. Acompañaba el gesto con un rugido contenido que albergaba la hostilidad de quién pensaba comer por dos esa mañana.
El zorro bañado de rojo y abierto a jirones por las mandíbulas más agresivas de aquellas montañas, se derramaba en todas direcciones, dibujando un enorme círculo desigual que tenía por centro su cuerpo desmembrado y a su temible matarife.
El estudio pormenorizado que había hecho el marciano de la escena arrojaba un resultado desconocido y sorprendente, que dejaba claro el origen de su exaltación. Comprendió qué elemento diferente y único acababa de descubrir. Resolvió orgásmico entonces, que su viaje astral terminaba en la Tierra y que desde allí solo partiría a Vastia para entregar a sus líderes la solución que perpetuaría su especie.
Hinchado de satisfacción hizo vibrar la bola, in crescendo, hasta alcanzar una vertiginosa e histriónica velocidad. En su máxima agitación volvió a pararse el mundo una milésima de segundo. Después una onda expansiva. Un latigazo mental, que hizo explotar en mil pedazos al lobo y lo que quedaba del zorro. Todo se coloreó de sangre, ansiada esta por el sediento extraterrestre. A chorros. A borbotones. Embadurnando un escenario que ya no era blanco, ni frío.
La esfera se movió unos metros y comenzó a absorber toda la vida que había desparramada, como un robot de limpieza aspira la suciedad de un suelo polvoriento. Quedó limpio aquello. Dot se retorcía, de placer, de dolor, sumergido en el más rojo de los mares. Sanaba todo su ser. Creció, limpio y poderosamente fuerte. Creció, entre gritos y gemidos, apagados certeramente por la naturaleza de su redondo habitáculo.

[…] Sigue aquí admin2023-07-05T07:36:50+00:002 de febrero de 2023|TEXTOS| […]