En la foto, el reflejo del sol quema más de la mitad del mar. Verla, infringe calor, del asfixiante, del veraniego. No puede ser de otra estación. Verla, es querer estar más cerca del horizonte, metido en el agua, con el cabello mojado y flotando sin tocar el fondo, y no por profundidad, sino por improvisada e infantil elección. Moviendo suaves las piernas. Escuchando el lejano murmullo de la orilla. Con el sabor de la sal en los labios, con la misma que minutos después arrasa una cerveza bien fría. De esas cantadas por un sudoroso y amable trabajador de las arenas, que descansa ahora junto a su carro. Sentado, tú, en la silla playera. Viviendo dentro de la imagen, pero detrás de la sombrilla, la pequeña, la azul, la de abajo a la derecha. Creando el recuerdo con el que impregnar un brillante papel de bordes blancos. Haciendo más viva tu vida. Acercando el verano, para calentar cada invierno en el que la foto venga a tu mano.