Se hizo el silencio.

Un silencio oscuro. Un silencio ensordecedor. Un silencio absoluto.

Un silencio tan profundo, que llegó a escuchar lo que había dentro de él, a descubrirse, a saber quién era, a ver la belleza que habitaba en su interior y la fuerza que no conocía tener.

¿Luego? Luego volvió el ruido, el barullo, la maldad y la simpleza, y el mundo retomó la marcha con un crujido como de máquina mal engrasada.

Pero ahora él, después de ese necesitado silencio, estaba armado.

Armado con arco, espada, armadura y escudo.