Pero, ¿de qué va mi memoria? ¿Se está vengando por algo que hice? ¿O por algo que hacía?

¿Acaso disfruta vestida de juez, privándome de maravillosos recuerdos que no recuerdo haber tenido?

Lo único que le agradeceré es que me evite algún episodio de melancolía.

Pero, ¿por qué me regala el eslogan de un anuncio antiguo de televisión y no la cara de mi hijo cuando dijo por primera vez «papá»?

¿Por qué recuerdo el primer desprecio que sufrí y no el último examen que aprobé?
Espero que deje de lado el rencor por estar en un cerebro tan gris, que se esfuerce en recordar cómo hacerlo mejor y que no insista en robarme pasajes que no le perdonaré, o no me lo perdonaré yo, si es que ha sido mi culpa. Si quiere lo solucionaremos.

A lo mejor hasta me devuelve uno de esos preciosos instantes. Uno de los que me arrancó mientras yo, cámara en mano, intentaba retener otro, merecedor también de su maldita cleptomanía.