
La señorita Margarita nos explicaba como nuestro planeta tardaba un año en darle una vuelta al sol, yo la escuchaba entusiasmada y miraba por la ventana para intentar entender lo que decía un poco mejor. Una de las veces que miré algo me asustó, vi de pronto una cabeza grande, la cabeza grande de un caballo ¡anda! ¡pero si era mi amigo Rayo! Nadie parecía haberlo visto, solo yo. Esperé el momento justo para decir a la seño que necesitaba hacer pis y así salir de clase para ver a mi amigo. Corrí por el patio hasta llegar a donde él estaba.
— ¡Rayo! ¿qué haces aquí?
Él relinchó y dijo: — ¡Sube!
Metió su morro en mi barriga y con un movimiento rápido de su cabeza me lanzó dando una triple voltereta hacia adelante que terminó sentándome en su lomo. Fue caer encima y empezar a trotar como loco. Suerte que pude agarrarme a sus crines.
Nos metimos en el bosque de al lado del cole. — ¡Esto te encantará, Lorena! — dijo.
De repente Rayo dio un respingo con sus patas traseras y me lanzó volando por los aires. Di con mi trasero en un tobogán de hojas húmedas que me hacía caer a toda velocidad, al lado en otro tobogán para culos más gordos bajaba Rayo. ¡Uaaaaaaaaahhhhhhhh! Gritábamos los dos a la vez mientras el tobogán nos metía en un túnel oscuro lleno de simpáticos murciélagos. Cuando salimos del túnel el tobogán nos lanzó disparados hasta una gran poza de agua donde caímos en modo bomba.
Parecía que terminaba nuestro recorrido cuando en el agua se formó un remolino que nos hizo caer dando vueltas por un gran agujero.
Atravesamos dos nubes, la copa de un gran árbol, una enorme tela de araña… Y sin saber cómo volví a estar sobre el lomo de Rayo otra vez en tierra firme. ¡Pero Rayo no se detenía!
Estábamos cubiertos de hojas, barro, agua, polvo y tela de araña. ¡Menudo disfraz!
Jjjjiiiiiiiiiiiiiia!!!!!! Dijo mi loquichi amigo y nos llevó de frente a una cascada que atravesamos con salto incluido, para caer totalmente limpios y secos en el patio de mi colegio. Rayo me acercó a la entrada trasera, hizo un derrape, me dejó caer de pie y desapareció.
Entré en clase pidiendo permiso y me sorprendió muchísimo que el reloj de la pared solo marcaba 2 minutos más que cuando me fui. La seño sonrió y me indicó que entrara con la mano, mientras siguió diciendo:
— Y así es como en 365 días la tierra gira alrededor del sol.
Sonreí aliviada a la vez que caía de mi pelo una hoja que solo yo vi.

Deja tu comentario