Esa cosa siempre estuvo ahí. Cuando eras un niño y reías sin consuelo, cuando eras un adolescente que empezaba a aprender a ponerse en peligro, cuando eras un adulto novato y ya habías aprendido a hacerlo con propiedad, cuando ya eras un perro joven y alguna cosa empezabas a hacer bien, incluso en este momento que ya eres capaz de mantenerte en una línea más creadora que destructiva.
Siempre ha estado ahí, protegiéndote, recordándote que tú eres lo más importante para ti y que sin ti, ni tú ni la cosa sois nada.
Y seguirá siempre ahí, acercándote lo que necesitas porque la cosa te conoce y te quiere bien.

Deja tu comentario