Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente las palabras no le salían de la boca, le brotaban de las manos. Había aterrizado en nuestra planta en primavera y con cada “buenos días” mi madre se derretía. Diría que tonta no era. El baile de sus dedos y la forma de convertir gestos en frases calladas, causaban un mágico hipnotismo. Una tarde, mi madre lo descubrió hablando por teléfono. No era mudo, tenía voz y era horrible. Se avergonzó al verse sorprendido. Entonces ella hizo danzar sus manos, tranquilizándolo con sordas palabras: “Guardaré tu secreto si tú escondes tu voz”. Se besaron, después se juraron para siempre silencio.

Qué sabia y que hermosa lección.Qué dulzura !!!
Me dejas anonadada con esos relatos.👏👏👏
¡Graciasssssss!
Eso pasa….cuando hablas con alguien x teléfono te imaginas, x su voz, una cara…… normalmente siempre decepciona!!!!!!