Una chica, hundida en la adicción, lloraba desconsolada por qué el Sol ya no llegaba hasta ella y las sombras se estaban apoderando de su alma hasta la perdición. La solución del complicado acertijo consistía en admitir que debía subir las persianas y que si ya no le quedaban fuerzas, alguien tendría que ayudarla a hacerlo.