La Doctora Vasak llamó con urgencia a Malkovich. Tal como preveían en el laboratorio Kensington la materia proporcionada por Milo Harris tenía origen extraterrestre, además la investigadora, estaba totalmente segura de que debía ser el líquido vital de un ser, o seres, de otro planeta. Especulaba haciendo un retrato robot del cosmonauta, arriesgado, pero con la sólida base científica que aportaba su dilatada experiencia. Le otorgaba una composición genética similar a la de un reptil, aunque con grandes diferencias también, como el carácter extraordinariamente corrosivo de la “sangre” del visitante. Partiendo de esa hipótesis, podría componer un perfil previo de este “animal” siempre que se cumpliesen ciertos patrones naturales repetidos de forma constante en la fauna de nuestro planeta.  Emocionada ante tal descubrimiento ─quizás el más importante de la extensa carrera­ de la septuagenaria─ y ansiosa por poder tener más información, pidió, casi exigió, estar al tanto de la investigación para lo que solicitó al doctor el teléfono del sheriff que estaba al frente del caso.

 

 


 

 

Milo había llegado a casa después de visitar a Molko en el hospital Saint Patrick, de Bostar. Después de una ducha caliente y abrir una cerveza, se sentó en su sillón sin dejar de darle vueltas a la cabeza. Mientras conducía hacia Meritov recibió la llamada de la doctora. Hablaba sin parar, con una energía impropia de la edad que denotaba su dicción, removiendo más aún sus ajetreados pensamientos y añadiendo algunas piezas del rompecabezas que el agente hubiese preferido evitar en ese momento. Vasak estaba eufórica, casi olvidaba que era horrible lo que estaba sucediendo en la zona por culpa, más que seguro, de los poseedores de esa sustancia azul. Un poco molesto, el sheriff, cayó en la cuenta de que el ritmo de desapariciones en la zona había descendido y durante dos días no habían llegado denuncias de nuevas y dolorosas ausencias. Por lo que había podido disfrutar de una pequeña tregua que le había llevado a bajar algo las pulsaciones e intentar pensar con perspectiva sobre todo lo ocurrido hasta ese momento.

 

La voz de Anne se mezclaba con su diálogo mental. Terminó por atajar su monólogo. Ahora sí, escuchaba claramente la voz, que provenía del porche. Su conversación con Leia aumentó unos decibelios al pasar al interior de la casa, donde Milo ya había vuelto de sus entresijos mentales y se preguntaba porque estaba allí su hermana a esas horas de la tarde.

 

Hola, Mil. Perdona que aparezca por sorpresa, pero estoy muy preocupada. Es Paul, se fue esta mañana y aún no ha vuelto─ gimoteó─ cometí un error, le hablé sobre lo que me contaste y decidió ir a echar un vistazo─ lloraba. ─ Tienes que encontrarlo, que no desaparezca ¡Él no, Mil! ¡le dije que no fuera!¡no puede pasarnos esto! ─su sollozo se había convertido en un mar de lágrimas.

 

La abrazaba, recogiendo su llanto desconsolado en el hombro. Tres minutos después, estaba montado en la motonieve en dirección al lugar maldito. Había caído la noche, iluminada en esta ocasión por una enorme luna llena. Se acercó con precaución hasta la zona del reguero y en uno de los giros algo devolvió el reflejo de la luz de la moto. De entre unos arbustos un rayo salió disparado hacia él. Desmontó con la pistola y la linterna en ristre. Dando pasos silenciosos, se aproximó. La mano temblorosa enfundada en el guante casi había llegado a las ramas. En un segundo las apartaría para enfrentarse al peligro que allí le esperase, metiéndole un par de balas entre las cejas, si era necesario. Lo hizo con brusquedad y se topó con la moto escondida de Paul. Solo era eso. Estaba en perfecto estado. Parecía haber sido ocultada a conciencia, lo que le sugirió que quizás habían continuado a pie el rastro alienígena y disimulado el vehículo hasta regresar.

 

Rápidamente encontró huellas de bota y las siguió. Cuando la nieve se hizo más profunda, descubrió que las pisadas pertenecían a más de una persona, dos para ser más exacto, lo que confundió a Harris. No le hacía falta la linterna, la luz de la luna era intensa y le ayudó a subir la colina con rapidez hasta que, donde más frondoso se hacía el camino, escuchó la voz de Paul susurrándole.

 

─ ¡Milo!¡Aquí!─ su porte vikingo, barbudo y melenudo, añadió un escalofrío al susto del susurro.

 

─ ¡Joder, Paul! ¿me quieres matar? ¿Qué haces aquí? ¿estás solo? ─ la aparición, con el dedo en la boca demandando silencio, agarró el brazo de su cuñado para dirigirlo camino arriba.

 

La escena que encontró unos metros más adelante lo dejó de piedra. La que parecía ser Sasha de espaldas, estaba arrodillada frente a una fulgurante esfera que emitía colores y vibraba. En un primer instante no había percibido que la hermana de Paul flotaba a un palmo del suelo y que parecía estar en trance. Así se lo confirmó Paul.

 

 

─ Llevas así desde hace varias horas. He intentado pedir ayuda, pero parece que nada funciona aquí ─ sudaba─ menos mal que has aparecido, no podía abandonarla. Ha sido horrible, Milo. Es un extraterrestre. Ha matado una manada entera de ciervos y luego se los ha tragado como si fuera agua. Así ha debido acabar con nuestros amigos, Bala, los Andersen… ¡maldito sea!

 

Sasha, ajena al diálogo, continuaba en la misma posición. Sus ojos parecían moverse en todas direcciones bajo sus parpados. Entre ella y la esfera fluían colores, se contoneaba la imagen como al calor de un gran fuego. Estaban conectados, no cabía la menor duda, y no sabían cuanto podía durar aquello. Fue en ese momento cuando el agente comprendió que Sasha era especial de verdad, y que los rumores perversos y malintencionados sobre su comportamiento estaban totalmente infundados, y que tal vez, el fin del dolor dependía únicamente de ella.

 

Cesó el zumbido que no habían percibido hasta su ausencia. Se oscureció todo, la luna, la esfera, la linterna, todo. Fueron cuatro segundos en los que Paul y Milo no podían ver nada, ni siquiera oír sus propias voces. Después todo volvió a ser como un momento antes. Solo había una diferencia, una terrible, ni la esfera ni Sasha estaban ya allí. Habían desparecido.