Laura se ha vuelto invisible, o quizás sin serlo ya nadie la ve. Hace tiempo que no la echan de menos, justo desde el día que su madre se fue, al cielo, más que seguro.

Desde que no reparan en ella, Laura ve mucho más. Su mirada atenta recorre largos pasillos, escaleras arriba y abajo, incluso obstáculos visuales habituales han desaparecido, y el barrio entero entra por su ventana. Otras veces es la mirilla de su puerta la que se hace más y más grande, tanto que puede salir por ella a descubrir, a mirar sin ser vista, a ver lo que la madera de la entrada le impide desde detrás.

¿Que cómo desapareció Laura? pues poco a poco, como desaparecen las personas como ella.

No hay un solo ser en el mundo que se pregunte dónde está, o eso piensa, al creerse desaparecida. Laura no sabe que ella, tan mirona y discreta, es observada por Mario, que desde otra ventana de enfrente entra por la suya, como un viento al que nadie ha invitado, moviendo cortinas, visillos y hasta el pelo de esta chica invisible que es todo un mundo para él.

Sólo queda esperar ese día en que Laura acierte a mirar donde Mario y descubra de una vez que nadie se vuelve invisible si se asegura de dejarse ver.